Posted on Sun, Nov. 19, 2006
Especial/El Nuevo Herald
CARLOS M. LUIS
La exposición del pintor cubano Luis Rodríguez (Pinar del Río, 1968) posee dos lecturas posibles. La primera de conjunto, en tanto que la muestra funciona como una instalación conceptual donde cada pieza actúa en correspondencia con la otra. La segunda lectura tendría que ver con individuar cada una de las obras expuestas, separándolas de su contexto. Ambas lecturas me parecen válidas y es lo que voy a intentar hacer en esta reseña.
Ante todo vale la pena resaltar un aspecto de esta obra que me parece sugerente y significativa, su ausencia de colorido y aún más: la presencia de tonos sombríos en las mismas. Destaco este hecho porque en términos generales se suele ver exclusivamente la pintura cubana (y de paso la latinoamericana), como el producto de la luz, del color y de una serie de estereotipias que responden a una interpretación étnica de la misma. Interpretación que un buen número de críticos ha impuesto para consumo de los turistas de la cultura. Nada más alejado de la realidad que esto. Artistas tan disímiles como Antonia Eiriz, Angel Acosta León, Tomás Esson y ahora Luis Rodríguez, más otro joven pintor cubano que pronto habrá de exponer en la misma galería, Lázaro Sigler, realizan o realizaron su obra dentro de un campo de visión opuesto. Lo cual nos indica que un proceso de cambio ha tenido lugar en la pintura cubana, proceso que se le ha ido de las manos a las opiniones ya formadas que teníamos de la misma.
La entrada, pues, en el espectáculo que desarrolla la colección de paneles de Luis Rodríguez que la galería Ardex está exponiendo, nos pone de inmediato en contacto con un lenguaje especial. La muestra consiste en una serie de paneles estrechos y verticales de edificaciones algunas reconocibles, que cubren la pared izquierda de la galería. En la de enfrente, una secuencia de seis retratos minuciosamente pintados, representa a los seis presidentes de este país impresos en los billetes por el valor de $1 a $100, y que aparecen derramando abundantes lágrimas. A la entrada un extraño dibujo realizado a base de técnica mixta sobre plexiglas, reproduce una especie de castillo o corona en proceso de derretirse. En medio de la sala una columna, titulada Proyecto de hogar (técnica mixta pintada sobre un cilindro de empaquetar) nos sugiere una torre de Babel o quizás la famosa torre de Pisa. En eso consisten los diferentes elementos que componen la instalación y su contenido conceptual.
La autora de las palabras del catálogo, Dinorah P. R., nos señala los diversos materiales que el artista utilizó para confeccionar sus obras: ''Materiales en desecho, fragmentos salpicados de pintura, pedazos de acrílico manchado, tubos viejos, etc.''. Con estos componentes rudimentarios, Luis Rodríguez prepara su metáfora de lo que parece ser una interpretación cáustica de la sociedad que nos ha tocado vivir. ''El artista --de acuerdo con la autora del catálogo-- llama la atención sobre la fragilidad de los sistemas, la posible inconsistencia del método establecido y los procedimientos, del arbitrario uso y desuso de la autoridad, la hegemonía creciente, y el absolutismo que puede estar presente en cualquier tipo de gobierno''. ¿Logra el pintor comunicarnos a través de un recorrido por el conjunto, lo que Dinorah P. R. ha interpretado acerca de su obra? Esta pregunta nos llevaría a una segunda cuestión que tiene que ver con el carácter ambiguo de una propuesta de ese estilo. O sea, prosiguiendo por ese camino, ¿Cuántas lecturas posibles puede haber acerca de la instalación? Y si hay más de una, ¿Serán todas legítimas? Dejemos entonces ese dilema abierto con la esperanza de que otro tipo de lectura pueda sacarnos de él.
Así como un acercamiento de conjunto a la exposición es posible y deseable, pues sin duda acarrea todo un campo de especulaciones, otra aproximación me parece oportuna. Se trata de analizar las obras individualmente, entresacándolas de su contexto. A prima facie lo que nos llama la atención no es un concepto sino sencilla y llanamente una obra plástica. En ese sentido cada una de las que componen el conjunto poseen su propio atractivo, el cual consiste, para mi gusto, en su carácter hermético acentuado por las dimensiones que poseen. Efectivamente esos edificios totémicos relacionados con diferentes regiones del globo: islámicos, occidentales, orientales, etc., se encuentran como atrapados en unos estrechos espacios, dando la impresión que fueron reducidos por algún acto de magia. Construidos, fragmentados y vueltos a ser armados rítmicamente, cada uno de éstos domina un espacio exiguo como queriendo impedir que su estado de desequilibrio produzca su derrumbe. El efecto que logran es indiscutiblemente sugestivo y sin duda nos conduce a otras interpretaciones esta vez de naturaleza más bien imaginativa. La torre, como los retratos y el dibujo, por su parte, actúan luciendo sus propios valores plásticos. La composición sobre plexiglas en especial, me parece altamente lograda adquiriendo vida propia. El dilema pues podría solucionarse si creamos lecturas individuales de cada una de las piezas dejando que nos trasmitan su propio mensaje.
Tenemos frente a nosotros a un joven pintor que no se arredra ante un lenguaje difícil y lleno a su vez de un atractivo muy especial como lo demuestran además las obras que el Internet reproduce en el sitio que mantiene la galería.
La exposición ''Status'' de Luis Rodríguez se encuentra abierta hasta diciembre, en la galería Ardex, 506 Biltmore Way, Coral Gables. Horario de Martes a Sábado de 11 a.m. a 7 p.m. Teléfono: (786) 552-7339 website: www.ardexgallery.com
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