domingo, 30 de julio de 2006

Publicado el 07-29-2006

Por Luis de la Paz
Diario Las Américas

Tal vez una de las cosas más importantes en la vida es entregarse de lleno a hacer aquello que realmente se ama y en lo que se confía. La trayectoria de Uva de Aragón la sitúa como poeta, ensayista, narradora y profesora universitaria. Desde cada una de sus tribunas ha ofrecido la visión de su realidad y la ha defendido.

Su obra publicada aparece bajo dos nombres, Uva Clavijo y Uva de Aragón, no por seudónimo, sino por esa costumbre norteamericana donde la mujer pierde su apellido al casarse. El caimán en el espejo; Alfonso Hernández Catá, un escritor cubano, salmantino y universal; Entresemáforos: poemas escritos en ruta; Memoria del silencio; Ni verdad ni mentira y otros cuentos; Los nombres del amor y Tu ojos y yo, entre otros libros, conforman el abanico literario de esta escritora cubana. Con ella hablamos de su más reciente libro Morir de exilio (Ediciones Universal, 2006), y abordamos varios temas.

1.–Usted, como heredera de una notable familia de intelectuales cubanos, ha seguido la tradición de la familia y es escritora. Cuéntenos cómo llega a la literatura y de sus inicios en la literatura.

—Mi primer contacto con la literatura fue a través de mi abuela materna que me leía de las Cien mejores poesías de la lengua castellana y me hacía cuentos de mi abuelo, el escritor Alfonso Hernández-Catá. Tenía yo nueve años y mi padre estaba enfermo del corazón –moriría unos meses después. Un domingo lluvioso mi tía Sara Hernández-Catá me puso un cuaderno y un lápiz en las manos y me dijo: “Escribe”. El resultado fue una especie de versión guajira y feminista de la Cenicienta en diecisiete páginas de infantil caligrafía. Mi tía leía “mi novela” en voz alta y aseguraba que tenía talento para escribir. Y yo me lo creí. Tuve la suerte también de crecer en un ambiente propicio, rodeada de libros y escritores. Publiqué mis primeros pinitos en el periódico de la escuela, en Diario La Marina e Información. Tenía 15 años cuando vinimos al exilio en 1959, y me vi en Washington, D.C. rodeada de inglés y nieves por todas partes. Hacerme escritora en español sin maestros, publicaciones, lectores ni colegas, fue muy difícil, pero la vocación ha sido más poderosa que los obstáculos.

2.–Usted acaba de publicar Morir de exilio, un singular y conmovedor libro que de alguna manera da testimonio del legado de los exiliados cubanos. Háblenos de ese libro y qué la llevó a prepararlo.

—Hace tiempo distintas personas me sugerían que recogiera algunos de mis artículos en un volumen. Cuando iba a cumplir los 60 en 2004 me pareció una ocasión apropiada. Pensé en recopilar los 48 trabajos que había publicado sobre la República en 2002 con otros sobre figuras muertas en el exilio, pero luego me di cuenta que eran dos libros distintos, pues muchos de esos cubanos no habían participado en la República. Por una serie de razones el libro me tomó bastante tiempo y acaba de salir, y el de la República sigue pendiente. Al leerlo en su conjunto, creo que Morir de exilio teje varias historias: la de cada individuo cuya semblanza aparece, la de las luchas del exilio por una Cuba mejor, la de la vida cultural cubana en la diáspora, y la de mi propio desarrollo como escritora. Deseo que sea un libro que sirva a generaciones futuras a mantener vivo el recuerdo de estos cubanos buenos.

3.–En el contexto literario y académico del exilio usted es una figura controversial. Hay quienes la aplauden, pero otros la critican. Parte de su postura ha quedado reflejada en su libro El caimán ante el espejo. Si tuviera que reconciliarse con los detractores, sin molestar a quienes la apoyan, ¿qué postura habría de asumir?

—En realidad, no sé. No disfruto de ser una figura controversial, pero creo que la labor del periodista es punzar, hacer pensar, no escribir para repetir posiciones trilladas o cómodas. Tampoco sé decir mentiras, y mucho menos por escrito. De modo que digo mis verdades y tengo mi conciencia tranquila. El tiempo me ha dado la razón en muchas cosas por las que me han criticado. Cuando a mediados de los 70, trabajaba en “Of Human Rights”, decían que los derechos humanos eran cosas de izquierdistas. Cuando en 1979 organizamos el Congreso de Intelectuales Cubanos Disidentes, la palabra disidente creó una polémica gigantesca. En 1983 escribí un artículo que comenzaba “El comunismo está históricamente vencido”, y me acusaron de ingenua y cosas peores. De modo que ya a mis 62 años, estoy bastante segura de mis criterios. Creo tanto en la libertad individual, que defiendo el derecho de los que me critican de expresar opiniones diversas, pero las calumnias, los insultos personales son una táctica vergonzosa. Nunca respondo.

4.–Usted ha organizado dos importantes series, Jueves de Literatura y Jueves de Periodismo. Háblenos del objetivo de esas series y si está planificando alguna nueva.

—Esas dos series, copatrocinadas por el Instituto de Investigaciones Cubanas de FIU, del que soy subdirectora, y por el Latin Quarter Cultural Center, tuvieron como objetivo no sólo que el público conociera mejor a nuestros escritores y periodistas sino también grabar las entrevistas para los archivos de la Universidad. Quizás en el futuro intente hacer un documental con ellas, pero al menos las entrevistas quedan ya para la historia. Cada vez me interesa más hacer cosas que permanezcan para el futuro, que den testimonio de lo que ha sido la diáspora, y puedan ser consultadas por las próximas generaciones. Lamento no poder incluir a todos…Pero se hace camino al andar. Creo que en el futuro entrevistaremos a músicos, artistas plásticos, actores…

5.–Quisiera preguntarle sobre el feminismo, sin embargo prefiero hacerlo sobre su labor académica. Usted organizó un viaje a Cuba con sus estudiantes que incluía visitar los lugares históricos de la revolución castrista. Cuéntenos de ese proyecto y de la manera en que ese recorrido podría haber contribuido a hacer mejores a sus estudiantes.

—En el verano de 2004 tuve la oportunidad de llevar a 15 estudiantes a Cuba por una semana, como parte de un curso de ocho semanas, que impartí en FIU. El curso intenta ofrecer una visión panorámica de Cuba a través de su historia, arquitectura, pintura, música, literatura, y otras manifestaciones como el ballet y el cine. Comienza antes de Colón…tanto en España como en la Isla. Es un verdadero tour de force. No sé a qué lugares históricos de la revolución castrista te refieres, pues llevé a mis estudiantes al Templete, el Palacio del Segundo Cabo, la Catedral, el Museo de Arte Cubano, el Capitolio, lugares que yo diría son símbolos de la era colonial y de la República. Más o menos la mitad de los estudiantes eran de origen cubano. Muchos dicen que el viaje les ha cambiado la vida. Algunos han hecho excelente tesis sobre Cuba y se mantienen en contacto conmigo. Cuba estaba ahí antes de la Revolución y estará después. Muchos desean que las nuevas generaciones amen a Cuba pero solo le hablan de lo malo. Yo trato que aprendan su historia y sus manifestaciones artísticas, porque el conocimiento es amor. Como educadora, me parece importante guiar las inquietudes de mis estudiantes, sedientos de conocer sus raíces. En Cuba hay una realidad muy dura, y esa no se puede ocultar. No fuimos a dejar que nos cantaran las virtudes del sistema, ni estuvimos ciegos ni insensibles a los muchos problemas que se sufren en la isla. Pero el curso no se centró principalmente en el presente, sino en el pasado, cuyo conocimiento es imprescindible para poder tender un puente hacia el futuro.


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