lunes, 18 de junio de 2007

Diario Las Americas
Por Húbert Matos

Húbert Matos Compatriotas:

Este no es mi primer mensaje al personal del MINFAR y del MININT, incluidos los retirados; y los veteranos del Ejército Rebelde. Insisto porque creo en los valores que van en nuestras raíces como pueblo y nación.

Es una realidad incuestionable que nuestra comunidad nacional en su conjunto encara una crisis de dimensiones catastróficas. La historia de medio siglo y las crudas realidades que angustian día tras día a nuestras familias en la república degradada a nivel de feudo miserable, ponen en transparencia unas cuantas cosas que nos obligan a buscar soluciones inaplazables, antes de que la situación demencial, la metodología del terror y el desprecio al pueblo, que prevalecen en la cúpula del poder, se concretan en más humillación y calamidades para los cubanos.

En Cuba hay pobreza porque el comunismo ha sido un fracaso en todas partes. Porque no hay libertad, porque los cubanos no pueden desarrollar su capacidad de trabajo y su creatividad bajo un régimen que los explota y persigue. Esto explica también que dos millones de los nuestros tomaron el camino del exilio. Otros cubanos menos afortunados han terminado en los “paredones”, en el fondo del mar o enfrentando un presidio político horroroso, donde todavía se atormenta a corajudos e ignorados héroes del pueblo.

En realidad, Cuba entera es una cárcel grande donde el nativo vegeta a niveles de indigencia y exclusión, porque las preferencias son para los extranjeros con abundantes dólares, para los privilegiados de la “nueva clase”; y, por supuesto, para la “cúpula usurpadora”.

Ansiosos de asegurar la obediencia incondicional de los militares, los Castro han repartido las empresas estatales a manera de “piñata” entre unos cuantos preferidos que incluyen, significativamente, a miembros del “clan dinástico”. A esto se añade el manejo de los dineros del Estado en cuentas anónimas usando la banca extranjera con métodos similares a los del narcotráfico internacional, con el que, obviamente, , han tenido buenas relaciones. La cocaína y la guerrilla de Colombia rebotan con frecuencia en La Habana y Varadero. Cuba ha sido y es santuario de la ETA y de otros connotados malhechores.

Durante años, la farsa criminal del Castrato ha sobrevivido apuntalada por la represión implacable, por “la válvula de escape” y por la complicidad de naciones como España, Canadá y otras que han mantenido recios vínculos económicos con La Habana. En los últimos tiempos, los petrodólares y la “fanfarria politiquera” de Hugo Chávez han evitado el colapso del régimen. Pero ahora la tiranía de La Habana está, inequivocadamente, en “fase terminal” frente a un pueblo cansado de vivir en la mentira, con hambre y toda clase de humillaciones. La “estampa” de los Castro anuncia el final: Fidel es un escombro humano maquillado, una momia decrépita que repite pamplinas. Es Calígula dictando pautas entre el manicomio y el cementerio. Y Raúl es un “híbrido” de odio y miedo disfrazado de general y de líder. La muerte de Camilo Cienfuegos y la de Arnaldo Ochoa están entre sus muchas “hazañas”.

Compatriotas: Pertenecer, o haber pertenecido, al MINFAR o al MININT, no les impide participar en la reconstrucción de Cuba. Al contrario, todos los militares que no hayan cometido crímenes, son potencialmente valiosos aliados del pueblo cubano. Ustedes, desde los generales hasta los modestos soldados, pueden y deben ayudar a fundar la Nueva República, rompiendo con la tiranía e identificándose como aliados del pueblo que los apoyará y aplaudirá como héroes. Hay una distancia enorme entre ser hoy instrumento de una tiranía agonizante y corrupta, y ser protagonista de la nueva historia de la nación cubana. Pero hay que conjugar el deber con la audacia para la acción precisa que conduzca al éxito.

Ya las figuras representativas de la oposición en suelo cubano arribaron a un acuerdo de “Unidad para la Libertad”, que cuenta con el respaldo casi unánime de sus iguales en el exilio. Es deber de todos los cubanos favorecer el cambio, estemos donde estemos, sin olvidar que el futuro pertenece a las generaciones jóvenes, aunque el compromiso con la patria nada tiene que ver con la edad. Y sepan que el exilio ayudará con todo lo que pueda para atender las necesidades urgentes que vienen con el cambio y favorecer el resurgimiento integral de nuestra nación. Los cubanos no queremos intervención militar extranjera, ni guerra civil, ni nada que signifique violencia con miles de hogares enlutados.

Una Junta Provisional de Gobierno, integrada por civiles y militares, debe asumir la responsabilidad de implementar el cambio, incluyendo, entre otras disposiciones, la excarcelación de todos los presos políticos, la disolución de los cuerpos de represión política, la vigencia de las libertades públicas y demás derechos fundamentales del ciudadano. Concluyendo al término de dos años con la celebración de elecciones libres, etc. etc.

La alianza del pueblo y los militares cubanos forjada en la dinámica de los hechos y en el compromiso con los héroes de verdad de nuestra historia, con los Céspedes, los Agramonte y los Maceos, etc. será el marco de garantía para avanzar hacia la realización de la Nueva República: La patria de todos los cubanos, menos los que la traicionan y prostituyen.

Militares cubanos:

La opción está clara. De un lado: Cuba, la familia y el futuro. Del otro: Dos demonios que agonizan cargados de culpas y de miedo.


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