lunes, 9 de julio de 2007

Una entrevista con Rolando Morelli, editor de un estudio biográfico sobre la poetisa camagüeyana.

Diario Las Americas
Por Guillermo Cabrera Leiva

Rolando Morelli
Rolando Morelli

Tenemos ante nosotros a Rolando Morelli, escritor e investigador del pasado histórico cubano. Novelista y cuentista de bien ganado prestigio, que tuvo el acierto de reavivar el recuerdo de Emilia Bernal, al dar a la publicidad su estudio sobre los años iniciales de esta notable escritora.

Nuestra primera pregunta busca saber en qué momento nació en Rolando Morelli el interés por la obra de Emilia Bernal. A ello nos responde de la siguiente manera:

“Mi interés por Emilia Bernal comenzó temprano, en la adolescencia, cuando descubrí entre los libros que componían la biblioteca de mi abuela paterna un ejemplar de Loyka Froyka. El romance de cuando yo era niña, autobiografiado por la autora.

“Mi abuela, que también era maestra de profesión, y ella, se habían conocido y simpatizado. Eran poco más o menos contemporáneas. Mi abuela nació en 1870 y murió en pleno uso de su razón, de su locomoción y con una vista excelente, meses después de mi salida de Cuba en 1980. Había nacido tal y como ella decía, al canto de la gloriosa sabana de Yara” mientras su madre se desplazaba de Bayamo o Manzanillo, al Puerto Príncipe de entonces”.

“Curiosamente – sigue diciendo Morelli – Emilia describe en su autobiografía el hecho de que también ella nació en Nuevitas a consecuencia de un desplazamiento de sus padres por el interior del país, en medio del cual los sorprendió el alumbramiento en ese puerto de la costa norte de Camagüey. De niña, mi abuela había sufrido en carne propia -- como Emilia – el horror de la política de Valeriano Weyler y la reconcentración. Me contaba ella que había visto morir uno tras otro a sus once hermanos, de viruela negra. Ella era la penúltima, y se salvó milagrosamente, no así su hermanita que le seguía”.

“Asimismo, le había oído contar a mi abuela, que habría podido escribirlas, pero creo que no lo hizo, toda clase de historias de la guerra y del advenimiento de la República y su desarrollo posterior, por eso cuando leí las descripciones de Emilia Bernal en su libro, recuerdo que sentí como si aquellos me resultaran familiares. No creo haber leído otras producciones de la Bernal hasta que cayó en mis manos – ya para entonces era yo un jovencito poseído de una gran avidez de lecturas – la compilación de los Cincuenta años de poesía cubana de Cintio Vitier, donde ofrecía éste algunas muestras de la poesía de doña Emilia y, emite respecto a su lírica algunos conceptos bastante equilibrados y justos, a mi modo de ver”.

¿Cómo es que tantos años después decide nuestro entrevistado editar la autobiografía de la infancia y adolescencia de Emilia Bernal?

“Pues durante mis estudios secundarios y más tarde en la universidad...”

Habla usted de sus años en Cuba, naturalmente.

“Sí, naturalmente.... No recuerdo que nunca nadie hiciera la menor referencia a doña Emilia Bernal Agüero; a su vida tan rica y compleja, y en más de un sentido tan digna de ser llevada al cine, por lo que hay en ella de actualidad y de peripecia; a sus libros o al quehacer incesante que caracterizó su vida trashumante empeñada en hacer su obra y en dar a conocer a otros poetas y escritores que le eran afines, y en promover a través de muchos países lo mejor de la cultura cubana, de lo que dan cuenta entre otros textos suyos el que con el título “Cuestiones cubanas para América” dio a la prensa en 1928 y recoge algunos de los ciclos de conferencias sobre el tema. Por fortuna para mí, mi memoriosa abuela – para emplear el adjetivo borgiano que tan apto me parece en su caso – nunca cesó (quizás deba decir cejó, pues recordar era para ella un empeño afanoso de gran utilidad al que vivía dedicada... Decía por ejemplo, refiriéndose a los cubanos, que “si no fuéramos tan olvidadizos nos habría ido mejor, pues nos acordaríamos de tantos fiascos y burlas y promesas incumplidas”...) Pues como le decía: mi abuela siempre tuvo una anécdota que referir entre las muchas que podía contar, y una evocación viva para Emilia Bernal Agüero”.

“Luego vino mi salida de Cuba en 1980. Un vuelco completo a mi vida: atar y desatar. Comenzar y re-comenzar: estudios, carrera, propósitos... ¡En fin, lo consabido! ¡Lo de todo aquel que se enfrenta al exilio, al desarraigo! Después de todo eso, volví a mis andadas, y en el exilio descubrí a muchos otros escritores cubanos y extranjeros, vivos o muertos, que me habían sido escamoteados. Pensé entonces qué ocurriría con otros en condiciones aún más precarias que las mías. A fin de cuentas, yo había contado con una biblioteca bien surtida, que era la de mi abuela, y con una especie de “enciclopedia viva” que era ella. También un hijo suyo, mi tío Raúl, había jugado un importante papel en mi formación suministrándome infinitas referencias, lecturas y juicios. Fuera de Cuba yo había vuelto a la universidad y alguna vez quise escribir mi tesis de doctorado sobre Emilia Bernal, pero varias voces me disuadieron de tal empeño. A pesar de todo, rastree su obra, investigué y sobre todo la leí de cabo a rabo. Emilia fue, entre otras cosas, feminista temprana. No de las de programa y pancarta, sino pionera entre las mujeres que experimentaron en carne propia las consecuencias de un divorcio y en consecuencia las desigualdades y los prejuicios sociales de su época en contra de la mujer. Incluso de parte de otras mujeres. Esas tensiones y el resentimiento consiguiente en alma tan rebelde y en personalidad a la vez tan recia y tan sensible como la de doña Emilia, se expresan en la dedicatoria y en la introducción que antepone a sus memorias de la infancia”.

“Por mi parte, y parafraseando a Plinio el joven, puedo decir que releer puede ser más provechoso que lee, y eso fue precisamente lo que ocurrió con mi re-lectura de Emilia Bernal. No. Una tesis le quedaba estrecha a la mujer y a la creadora excepcionales que había en ella. Había que proceder de otro modo”.

Es decir, que nunca decayó en usted su interés por la autora.

“Se aplazó. Tuvo que aplazarse como tantas otras cosas, en espera de su momento. Hacía ya tiempo que deseaba re-editar aquel librito que tanto me había impresionado en la infancia, y el cual, una vez re-leído y vuelto a re-leer no dejó de suscitar mi interés. Al mismo tiempo, daba vueltas también desde hacía mucho, al propósito de contribuir de manera sistemática al re-descubrimiento de tanta literatura nuestra desconocida e ignorada tanto de las nuevas generaciones de cubanos, como por parte de muchos otros comentaristas de textos, investigadores literarios, ensayistas, estudiosos .... Gente que en muchos casos se empecinan en desconocer la existencia y sobre todo la fecundidad de una Cuba anterior a Castro, cuyo reconocimiento estorba a la comodidad de sus presupuestos ideológicos, académicos y confesionales. Así fue que surgieron las Ediciones la gota de agua, que como usted sabe constituye un homenaje a todos los creadores cubanos muertos fuera de la patria, es decir, en el exilio, y en particular José Mario Rodríguez, quien murió en España en el año 2002 y creara allí las ediciones del mismo nombre”.

“En fin, que de toda esta frustración y de la necesidad de no dejarse borrar surgen las Ediciones la gota de agua, y el primer libro que se publica a través de este sello es Layka Froyka. El romance de cuando yo era niña, de Emilia Bernal Agüero”.

Tengo entendido que es usted candidato al Premio Emilia Bernal, instituido por la Fundación de ese nombre, que tendrá lugar en próxima fecha aquí en Miami.

.”Si, así me lo ha comunicado el Presidente de dicha Fundación, don Emilio Bernal Labrada, nieto de la admirable poetisa camagüeyana. Sería un honor más allá de mis merecimientos. Creo que mi modesta obra se ha realizado con amor e impulsado por el deber de destacar un alto valor, injustamente marginado hasta hoy. Me siento más que premiado con la satisfacción de haber cumplido con una obligación moral como cubano.”

Así, nos despedimos de Rolando Morelli, y agradecemos el tiempo concedido para esta entrevista.


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